viernes, 27 de septiembre de 2013

¿Cuándo perdimos la ilusión..y las ganas?



En algún momento de la vida, muchos hombres y mujeres sienten desinterés o apatía por las relaciones sexuales y eróticas, es decir, experimentan la pérdida del deseo sexual. De acuerdo a los expertos, este problema afecta a 43% de las damas y a 31% de los varones, sobre todo, a partir de los 50 años. Esa pérdida de deseo, puede estar causada por problemas físicos relacionados por ejemplo con la menopausia o andropausia,  sin embargo tenemos que tener en cuenta siempre el factor psicológico y los problemas de convivencia o de desilusión con la pareja.  Con los años se instala en nuestra relación el monstruo de la pereza, que va dañando poco a poco zonas tan vulnerables como la pasión, las ganas de acariciar y ser acariciado y finalmente el deseo.
Y es que el deseo sexual va cambiando con la edad, es cierto. Cambian nuestros cuerpos y nuestros ritmos, la forma y la frecuencia con que nos apetece, ya que nosotros mismos nos vamos transformando. Pero la edad avanzada, por sí sola, no afecta al deseo sexual. Es muy importante también el clima afectivo de la pareja y el erotismo desarrollado a través de los años, tenemos que tener en cuenta si hemos sido una pareja con confianza para hablar de nuestras dificultades sexuales y las hemos resuelto con éxito, del mismo modo que es muy probable que si hemos tenido la voluntad de mantener siempre una buena “salud sexual” nuestra madurez erótica será mucho mejor y más satisfactoria. Y con salud sexual me refiero a no perder nunca de vista que la sexualidad, en todas sus facetas (erotismo, amor, confianza, imaginación, intimidad o comunicación entre otras) es un pilar fundamental de la relación de pareja, y cuanto más recursos positivos guardemos en la “cuenta afectivo-sexual” de nuestra vida, de forma más gratificante viviremos el sexo con el paso de los años.
Masters y Johnson demostraron que las mujeres sexualmente activas durante su edad madura detienen el proceso de envejecimiento; poseen mejor lubricación, pH vaginal y disminución de los síntomas menopáusicos, en comparación con las sexualmente inactivas. Estos son motivos suficientes para seguir disfrutando de la intimidad conyugal, ¿no os parece?

jueves, 5 de septiembre de 2013

SÍNDROME POST-VACACIONAL



¿Cansancio, fatiga, somnolencia, cefaleas, falta de concentración y apetito, dolores musculares o molestias gástricas después de vacaciones? Todo apunta a que volvemos a la rutina, cosa que no es mala, ya que nos proporciona la organización necesaria para el día a día.  Durante el verano cambian las horas de sueño, tanto en número como el momento del sueño, y con la vuelta al trabajo se suele producir un cambio brusco de los ritmos biológicos, lo que produce los –pasajeros-dolores de cabeza, que como mucho se prolongan dos semanas hasta que nuestra mente y nuestro cuerpo se adaptan totalmente a la nueva situación. Eso sí, hay que volver a la rutina diaria de manera progresiva, regulando el reloj biológico, empezando a tener los horarios de sueño de los días de trabajo en los últimos días de las vacaciones y evitando las siestas los días previos al inicio del trabajo, esto ayuda mucho.
Muy importante conocer que las personas más propensas a sufrirlo son aquellas que tenían problemas en el trabajo o en su rutina diaria y que al volver a su realidad, tras los días de descanso, tienen que enfrentarse de nuevo a ellos. Esto provoca que aumenten los síntomas.
¿Estaríamos hablando de una depresión?
Padecer el síndrome postvacacional no significa que se padezca una depresión real. Simplemente son un conjunto de síntomas que se activan ante una situación que no nos satisface, como una reacción normal, que no se puede considerar patológica.
 Si los síntomas persisten después de dos semanas un especialista tendría que diagnosticar si hay una depresión real, independientemente del síndrome post vacacional.

CONSEJOS

1.       APROVECHA EL FIN DE SEMANA
Salir los fines de semana, o hacer una escapada de dos noches puede vencer la tristeza y además nos hace ver que no sólo existen las vacaciones para disfrutar, ya sea con la pareja o en familia. Es una recarga de energía y una ruptura con lo cotidiano, lo cual hace que nuestra mente se vaya recuperando.

2.       CONCÉDETE PEQUEÑOS CAPRICHOS
Un baño de espuma, ir a cenar, ir al cine o al teatro. Hay vida entre semana, no sólo los fines de semana y vacaciones. Esto hace que la vida sea diferente y divertida, es estimulante salir a cenar fuera un miércoles, ¿Por qué no? Propóntelo, ¡funciona!

3.        MEJORAR EL AMBIENTE DE TRABAJO
El ambiente de trabajo influye mucho en cómo nos tomamos la vuelta al mundo laboral. Por ello, si haces algo para mejorarlo te sentirás un poco mejor. Por ejemplo, puedes personalizar tu puesto de trabajo, añadir fotos de tus seres queridos en marcos o a modo de salvapantallas, poner música, proponer a tus compañeros que una vez a la semana os turnéis para traer algo agradable al trabajo como pastas o bombones, sé amable con los demás, cuenta un chiste, quedad algún día a tomar algo al salir de trabajar… cualquier detalle que se te ocurra ayuda a que te sientas un poco más feliz.

4.       ¡PIENSA EN POSITIVO! Al menos tienes trabajo..
Muchas veces nos agobiamos al pensar en todo lo que tenemos que hacer a la vuelta, e incluso pasamos días poniéndonos en lo peor y después la incorporación al trabajo no es tan mala como imaginábamos. Lo mejor es no agobiarse con estos pensamientos, acudir al trabajo con una actitud relajada, sin adelantarnos a los acontecimientos y abordar tarea por tarea. Una buena idea es que el primer día de trabajo no sea un lunes. Si nuestras vacaciones por ejemplo acaban un martes y comenzamos a trabajar un miércoles, la vuelta será suave y fácil de llevar, y servirá para irnos acostumbrando. Muchas veces, al final no resulta tan pesado habíamos pensado.