jueves, 29 de agosto de 2013

QUIÉREME UN POCO MENOS…

…que me ahogas. O, lo que es lo mismo, quiéreme menos, pero mejor. Existen muchos pacientes que llegan a mi consulta con esta queja, lo que lleva al conflicto inevitable por confundir amar con depender o necesitar a la otra persona. Esta distorsión de la percepción convierten a la pareja en un príncipe azul o princesa de un cuento en el que no siempre acaban comiendo perdices.

Características de los dependientes emocionales según J. Castelló Blasco:
  •        Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa: Incluso por encima de sí mismo.

  •         Deseo de acceso constante

  •         Exclusividad en las relaciones: en toda relación hay un deseo de exclusividad en el sentido de que no queremos compartir a nuestra pareja con una tercera persona. Pero no es sólo esto lo que sucede en la dependencia emocional. Aquí, además, el dependiente quiere literalmente a su pareja para él solo: todo lo demás molesta, desde amigos hasta compañeros de trabajo, pasando por los hijos.
  •    Idealización del compañero: El otro se convierte con el tiempo en alguien sobrevalorado, eso si no lo ha sido desde el principio por tener un perfil determinado de endiosamiento o de lejanía hacia los demás. Será muy difícil que un dependiente emocional se enamore de alguien al que no admire o vea bastante por encima suyo, no desde un punto de vista racional u objetivo (por ejemplo, que sea mejor profesional o más inteligente), sino en general, como una sensación que él experimenta de estar con alguien más importante o más elevado y que transmite deseos de estar junto a él.
  • Sumisión hacia la pareja: La consecuencia lógica de ser muy voraz afectivamente, de priorizar a la relación sobre cualquier otra cosa o de idealizar a la pareja, es que el trato hacia ella va a ser de subordinación, es decir, “de abajo a arriba”, como si alguien muy bajito se dirigiera a un gigante al cual necesita. Da la sensación en ocasiones de que los dependientes se comportan con sus parejas como sacerdotes que realizan ofrendas a algún dios al que le permiten absolutamente todo, al que le justifican todos sus actos y al que, a pesar de los pesares, le intentan satisfacer con lo que pida.

  •  Pánico ante el abandono o rechazo de la pareja: El dependiente emocional idealiza tanto a su compañero y se somete tanto a él, considerando la relación de pareja como lo más importante de su vida, que le tiene verdadero terror a una ruptura. Hay personas que, literalmente, se encuentran incapaces de romper una relación, y no por quedarse descolgadas en el plano económico o de cualquier otra forma, sino porque afectivamente lo encuentran devastador. En estos casos no vale la frase de “más vale solo que mal acompañado”; es más, una de las manifestaciones más usuales tras una ruptura es “con él estaba fatal, pero es que ahora estoy mucho peor”.

  • Trastornos mentales tras la ruptura: “Síndrome de abstinencia”: Este bien llamado síndrome supone realmente el padecimiento de un trastorno mental que variará según la persona y según la intensidad, pero que de manera habitual es un trastorno depresivo mayor con ideas obsesivas, o, dicho en otras palabras, una depresión muy fuerte con pensamientos repetidos y angustiosos en torno a un tema que, en este caso y como no podía ser de otra forma, es la relación perdida y todo lo que ello conlleva: recuerdos, planes para reanudar la pareja, remordimientos por supuestos errores cometidos, etc.

  •  Búsqueda de parejas con un perfil determinado: es normalmente alguien engreído, distante afectivamente, egocéntrico, y a veces hostil, posesivo o conflictivo.
  •    Baja autoestima: Por obra general, los dependientes emocionales son personas que no se quieren a sí mismas.
  •   Miedo a la soledad: Verdaderamente, no es de extrañar que si alguien tiene esos sentimientos hacia sí mismo no soporte estar solo, porque es como estar continuamente junto a alguien al que detestamos. Por ejemplo, los dependientes no aguantan mucho tiempo estar solos en casa o con la perspectiva de no salir en todo el domingo: enseguida se buscan planes o llaman por teléfono a alguien con cualquier excusa. La soledad les provoca incomodidad, malestar e incluso ansiedad, y la idea más o menos intensa de que no son importantes para nadie, de que nadie les quiere y están abandonados.

  •  Necesidad de agradar: Este rasgo no aparece en todos los dependientes, pero sí es bastante común. Cuando aparece, el individuo intenta satisfacer a la mayoría de las personas con las que trata, de manera que se les quede a dichas personas una idea inmaculada del dependiente. Necesita tanto de la aprobación externa que lo pasa francamente mal cuando no la tiene o cuando interpreta que ha sido rechazado; en estas situaciones, es habitual que haga “comprobaciones” de la relación como llamar por teléfono para ver si todo sigue igual con esa persona o para detectar anormalidades en el tono de voz, por ejemplo.
Con la actitud previa de ansiedad constante a ser abandonados ponen en marcha el mecanismo de profecía autocumplida según el cual, a través de nuestros grandes miedos y temores, lo único que hacemos es adoptar actitudes que los provocan. La pareja del dependiente  suele acudir con la sensación de ahogo y presión ante alguien que no le deja vivir.


TERAPIA
Sobre todo reeducación emocional a través del autoconocimiento y refuerzo de la autoestima. Deben incorporar nuevas estructuras mentales que sustituyan las creencias erróneas que se esconden tras la necesidad de permanecer al lado de su pareja (sustituyéndola por el deseo de estar junto a alguien); la responsabilidad en uno mismo (en vez de delegarla de pleno en el otro); la fijación de metas personales y el establecimiento de límites; la sustitución de la subordinación por la complementariedad, etc.

Como dijo Sam Keen, aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a quien no lo es.

martes, 6 de agosto de 2013

SEXUALIDAD MASCULINA POSTPARTO

Normalmente, cuando hablamos de la sexualidad en relación a la llegada de un bebé, siempre nos solemos poner en el lugar de la madre para explicar los cambios que se producen a nivel tanto físico, como afectivo y sexual. Es muy importante para la sexualidad estos cambios femeninos, ya que la primera que lo sufre en sus carnes es ella –esto hay que aceptarlo- y habrá que respetar el proceso que cada una necesite para recuperarse, que es muy diferente de unas a otras. Sin embargo, si queremos que esta recuperación íntima se produzca de la mejor manera posible –y sana- tenemos que atender también al proceso que vive el hombre dentro de este huracán emocional que es la llegada de un hijo. Me centro sobre todo en algo que me encuentro en ocasiones y deseo compartir.

Muchas veces dicen: Las mujeres dejan de desear a sus maridos porque la relación con el bebé “las llena”. Convirtiendo a las mueres en responsables absolutas, y por qué no decirlo, como reclamo para las revistas que escriben sobre soluciones para ellas, que las compran. Luego encontramos a los hombres, que dicen: “Nuestra relación no funciona porque la sexualidad no funciona, si lo hiciéramos con más frecuencia, sería más cariñoso con ella”, a lo que ella responde” ¿Cómo va a apetecerme hacer el amor si no eres cariñoso conmigo?” luego me mira a mí y me dice: si no me habla en todo el día, ¡no puede pretender de repente que me apetezca! Y no le falta razón. Entonces, ¿Qué ocurre? No es justo dejarlo sólo en manos femeninas, el hombre tiene un papel muy relevante en esa pérdida de deseo. Aquí no puedo evitar acordarme de esa escena tan buena de Una terapia peligrosa con Robert De Niro y Billy Crystal:

Una Terapia Peligrosa (Vídeo)

Y es que esta escena refleja perfectamente algo que ocurre, con el nacimiento, la mujer se convierte en madre, y para algunos hombres –o culturas- se produce una confusión –inconsciente- entre lo sagrado y lo desagradable. Si, está claro que es cultural, de hecho son las mismas madres las que muchas veces transmiten estas ideas de “es normal que si no tienes sexo tienes que buscarlo en otra parte, es tu naturaleza”, y los niños respetan a sus madres porque son sagradas, así que desarrollan un cierto temor ante el misterio femenino. Como dice Bernad Geberowicz “Muchas de las dificultades de la sexualidad de las parejas tienen su origen en el espacio que existe entre el exceso de respeto y el exceso de temores”. Luego no es sorprendente que lleguen a padecer trastornos de la erección o eyaculación precoz en ciertos casos, lo que puede empeorar a su vez la autoestima de la nueva madre.

El trabajo terapéutico tiene que girar en torno a que la pareja se reencuentre como amantes, no como padres (fuera el llamarse el uno al otro “papi” y “mami”) para emprender juntos el camino de la mano, junto a su niño.